miércoles, 13 de febrero de 2013

Flores del Bien (2008)




Esta música certera capaz de herirnos de rabia y de impotencia, esta maldita música que vivirá por siempre entre nosotros, escupiendo injusticias de cuerpos ausentes, moradas silenciosas. Esta música resonante, única y bulliciosa mutará suavemente desde el blanco pañuelo y la otra furia para oler entre caricias, la primera esencia de la vida, el perfume.


Gonzalo Vaca Narvaja
NARVAJA EDITOR

Link para acceder a Flores del Bien


martes, 12 de febrero de 2013

Náufragos de palabras (2005)




Desde un alud de barros hasta ese paisaje de tipas y cañadas, incluyendo la marea que se tragó amores, amigos, vecinos, su poesía no se guarda nada, y en tres, seis líneas es capaz de mover figuras dentro de un paisaje que, sabemos, es el mundo diseñado por la especie. Griselda los describe “con los dientes estirados… como perros hambrientos en la estepa”.
            Ella se da el gusto de retorcer el siglo hasta la última gota –el que se fue y el que ahora nos vive-; ella despliega laberintos, se pierde a propósito y cuando creemos que ya no hay más por decir otro paso y nos encontraríamos con la bala de frente, pega una vuelta de tuerca y nos desgaja el secreto en las narices. Secreto que todos conocemos, pero que sólo el poeta es capaz de ponerlo en voz alta. Y ella sigue adelante estallando granadas –palabras- por cales y plazas, sólo, para que los fogonazos nos permitan ver lo que en la oscuridad está sucediendo.
Los versos de Griselda irrumpen desde lo más hondo y saltan como las olas, plenos de savia, corriendo veloces hacia la tierra, aún sabiendo que su único destino será estrellarse contra las rocas. Otros, se elevarán también, majestuosos, fatalmente perfectos, pero quedarán ahí, estáticos para siempre. Coronados de espuma en un ademán de ascenso interminable: belleza perenne, “nunca renunciantes”.
            Razón que condensa en la última línea: “Fallo sin más/ Escribo, grito y canto”.


Reyna Carranza
Mayo de 2005
EDICIONES DEL BOULEVARD

domingo, 10 de febrero de 2013

Condenados del Vacío (1998)



He concebido este libro bajo la idea de hospicio. A modo de observación pude abordar los límites, de los que ninguno de nosotros estamos a salvo.
La locura, el amor y el destierro, conformando una trilogía que hurga en la razón de sentir.
Condenados del vacío como metáfora, es un manifiesto donde convergen parte del entendimiento, fragmentos de ideología y un camino inexorable: las bifurcaciones del poema que se nace, se sucede y habrá de dar coletazos en un final distante.
La mutación de lo patético a lo poético, creo, no fue en vano.
Me adueñé de estas páginas del principio al fin con el propósito de transmitir sin márgenes, bajo mi entera responsabilidad. Por lo que cualquier imagen o aún línea que carezca de ella y se suponga representativa de espacios y tiempos reales, deberé rebatir con el argumento que sólo es casual.
Ante todo, el que oficia en la palabra, observa y desarrolla, tomando de la realidad o abstraído de ella.
El poema siempre otorga la posibilidad de infinitas y diferentes lecturas. Al crearlos sólo tuve una: intenté plasmar estados interiores. Fue entonces cuando entendí que traerlos a luz era una causa justa.
Ella consiste en haber aprendido a estar de frente al propio espanto y con el espanto/tabú de quienes estamos fuera de un mundo que algunos sospechan, muchos padecen y la gran mayoría estigmatiza.
La primera vez que tuve la idea de hospicio supe de la urgencia de escribirla. De algún modo debía este libro a quienes pudieron compartir esa idea. Pero también debí decirles de está causa, a los del otro lado de las rejas, a los “libres” que fueron intoxicando las palabras, a los vapuleadores consternados, espías sin ideologías, fantoches del psicoanálisis y de las pitonisas, presos de sus cabezas de importación, con las casas frías y los supuestos órdenes. Aturdidos con sus pobres placeres, sórdidos y acostumbrados al ejercicio de las estructuras. Bribones de la opulencia que viven señalando, histriones académicos, tediosos, indirectos, inquisidores vulgares, ladrones de historias ajenas, suspendidos, incapaces del salto. Tapados de las instituciones. Inestables y mordaces, invasores redimidos, creídos y curados, ¿curados?
No obstante, habría que disculparlos, pues como escribiera Ciorán: “No se vive, sino por falta de saber”.
Los que apostamos, resistiremos, pondremos murallas, levantaremos el corazón y la cabeza, sólo por estar vivos.

Griselda Gómez
MÓNICA FIGUEROA EDITORA

Link para descargar Libro "Condenados del Vacío" 

viernes, 1 de febrero de 2013

Lloviéndome los Ojos (1993)



               Cuando Griselda apareció con su manojo de hojas bajo el brazo, pensé en la confianza que de una u otra manera depositaba en mí. Hasta ese momento el texto se presentaba como posibilidad. Luego del vino infaltable, comenzamos a leer. Vi a un ángel y a un demonio jugar una partida con la baraja imprecisa de nuestros sueños. Vi la escalonada intención. El trazo de un camino en la vastedad de lo infinito.
            Caminé con ella desnudo y sin vergüenza, percibiendo en cada descanso la contundencia de una hoguera.
            Griselda crecía desde el fondo de las entrañas de un corazón de piedra incandescente, quebró la superficie aparente del suelo y se elevó como un monte para mirarnos desde la memoria del tiempo.
            A quien se asome a este texto, debo decirle a modo de advertencia que habrá en sus poesías imágenes náufragas, conjunciones, frases que maldicen toda construcción engañosa cuando en ello hay un corazón ausente. Por ella seremos brutalmente acosados y juzgados por su voz.
            Somos todas las cosas que existen, tras toda proximidad se huele la irremediable distancia, como un náufrago que dialoga con la noche.
            Volveré a mirar siempre con otros ojos, a recorrer como melancólico amante el texto que me envuelve y sabré que mis ojos hallan el mismo instante en que vuelven a construir lo ya escrito, la furia del tiempo.
Son palabras pienso, viejos trazos que al encadenarse develan universos. Palabras capaces de morder al silencio en el extraño límite entre él y lo otro, entre la voz hablada y la voz silenciosa.
            Somos capaces de todas las cosas, aún aquellas que al negarse se afirman
“ya no escribo, ni pienso, blasfemo una y otra vez”
Y de saltar sin otro pensamiento que en el de adentrarse en uno mismo y desde allí al universo que reunimos.
            Pensé acerca de lo inútil. Miraba desde la ventana sin otra intención que el descanso de mis ojos. Concebí estas palabras de otro modo.  Olvidé lo que siempre he deseado olvidar y abandoné mi texto que intuía violento y solitario.
            ¿Acaso puede faltarle algo a una poesía que se ha vuelto poema?
            Intento respetar mi corazón y sólo puedo decirme a mí mismo: que soy amante de todo texto que me induzca a abandonarme en él como un amante. Fue a partir de esto que decidí que estas palabras fuesen sólo la extensión de un abrazo.


Gonzalo Vaca Narvaja
Córdoba, abril de 1993
EDITORIAL LATINOAMERICANA